domingo, 6 de julio de 2008

ENSAYO FINAL

En mi relación diaria con mi hija me doy cuenta de cuán diferentes somos los adultos de los niños, pero además comprendo la importancia de brindarles modelos adecuados para que puedan enfrentarse e integrarse a este mundo.

Los alumnos

Si la maestra les pregunta qué quieren ser cuando grande, ellas callan. Y después, hablando bajito, confiesan: ser más blanca, cantar en la tele, dormir hasta el mediodía, casarme con uno que no me pegue, casarme con uno que tenga auto, irme lejos y que nunca me encuentren.

Y ellos dicen: ser más blanco, ser campeón mundial de fútbol, ser el hombre araña y caminar por las paredes, asaltar un banco y no trabajar más, comprarme un restorán y comer siempre, irme lejos y que nunca me encuentren.

No viven a gran distancia de la ciudad de Tucumán, pero ni de vista la conocen. Van a la escuela, un día sí, dos no, salteado, porque se turnan con los hermanos en el uso del único delantal y el par de zapatillas. Y lo que más preguntan a la maestra: cuándo viene el almuerzo.

EDUARDO GALEANO

BOCAS DEL TIEMPO



Pensar en el tipo de profesora que quiero ser, es responder a una inquietud personal que me acompaña hace bastantes años, cuando, por diferentes circunstancias, me desempeñé como profesora “sin título” en algunas localidades rurales de la comuna de Punitaqui, IV Región.

En mi acercamiento al mundo docente, viví maravillosas experiencias que surgieron de la relación con los alumnos junto a mi improvisada labor. Pero también viví amarguras producto de la desconexión del departamento educativo con sus escuelas rurales.

De esta experiencia vino la crítica al sistema educativo imperante en nuestro país. Un sistema, que a mi juicio, prepara a los individuos para que puedan responder a las exigencias del modelo económico vigente. Una suerte de educación útil a los intereses del Estado más que al de los individuos.

Al citar una de las tantas historias de Galeano mi intención es recordar cuántas veces en nuestra niñez nos vimos enfrentados a esta pregunta ¿qué queremos ser cuando grandes? Y la respuesta por todos esperada es querer llegar a ser un profesional y en lo posible un profesional de alto status, como si en la mente infantil se albergara, desde la más tierna infancia, el deseo de formarse profesionalmente.

Posterior a la crítica se alberga en mí el deseo de intervenir con fundamento y formación en este mundo tan complejo que es la educación.

Con respecto a la formación profesional que estoy viviendo ha sido importante el conocimiento de los 5 principios de la educación, en especial el entendimiento del principio de la individualización. Considero que el no centrar la acción educativa en el sujeto y el no adecuar los conocimientos a su peculiaridad[1] tiene consecuencias en los resultados que quieren alcanzar los docentes. Muchas veces los profesores se fijan objetivos desde su perspectiva, desde lo que ellos quieren alcanzar no considerando que los niños tienen una manera diferente de pensar, con otras prioridades donde no existen preocupaciones sino ocupaciones como jugar, divertirse, recrearse.

Ya Rousseau daba cuenta de esta diferencia, al reconocer una clara diferencia entre la mente del niño y la del adulto[2] por lo mismo llama mi atención la actitud pedante de muchos profesores que insisten en que el silencio inmóvil de sus pequeños alumnos acompañe cada una de sus clases y malgastan parte del tiempo pedagógico en reprimendas y esfuerzos por llamar al orden y el sosiego. Como expresara Savater: “consideran que todo el mundo debería prestar a su disciplina la misma primacía que ellos le otorgan y los remisos les resultan algo así como adversario personales”[3].

La temática de mis artículos apuntó a la consideración de aspectos emocionales y afectivos en la educación. Esto porque entiendo que el aprendizaje no sólo incorpora aspectos cognitivos sino mayoritariamente afectivos y que los niños (as) no pueden aprender en un ambiente de agresión, inseguridad o desconfianza. Ambientes de los cuales fuimos participes como la historia que me contó la profesora María Angélica y el recuerdo imborrable del profesor que les golpeaba en los dedos.[4]

Es necesario detenerse en los métodos utilizados para lograr el aprendizaje en los niños (as). Revisar la cultura coercitiva de nuestra educación. Como traté en mi primer artículo de análisis, se recurre mucho a las sanciones, a las anotaciones negativas, a los castigos como forma de lograr que los niños hagan lo que los adultos esperan. Sin embargo, no logramos enseñar a convivir de manera adecuada en un clima de respeto por el otro. Pero ¿cómo hacerlo si no damos el ejemplo? Si éticamente no actuamos de la manera que le pedimos a los niños (as) que lo hagan. Y lo importante, según Pablo Freire, es que nuestra conducta sea en cada clase un testimonio de una manera ética o no de afrontar la vida[5].

De todas las frases escuchadas, estudiadas y aprendidas en las diferentes asignaturas de este semestre, respecto del concepto de educación la que más me hace sentido es aquella que dice que la educación permite un cambio positivo para la persona y la considero porque me lleva a tomar conciencia de la importancia de nuestra labor, por pequeña que sea la intervención que realicemos no importando al servicio de quien estemos. Podemos trabajar en sectores vulnerables donde claramente coexisten carencias de tipo cultural, social, económico, familiar, pero que gran aprendizaje me dejó la profesora María Angélica, al enseñarme que, en su experiencia con alumnos de colegios particulares, la mayor carencia en estos niños (as) es la afectiva quienes buscan en sus profesores a la persona que los escuche y atienda en sus problemas.

Con todo lo expuesto me inclino por ser el tipo de profesora que Pablo Freire define como “gentificadora”, es decir, que mi deseo es formar buenas personas y no sólo buenos alumnos que logren buenas notas y reconocimiento en lo académico. En donde el fin de mi trabajo no sea que los alumnos dominen el conocimiento sino que logren un desarrollo como personas.



[1] Castillejo, José Luis: Nuevas perspectivas en las ciencias de la educación. Cap.I pág 62

[2] Luzuriaga, Lorenzo : Historia de la educación y de la Pedagogía, Biblioteca pedagógica, Losada S.A. Buenos Aires 1965.pág 169

[3] Savater, Fernando. El valor de educar, editorial Ariel, S.A. Barcelona 1997, pág 53

[4] Entrevista a la profesora María Angélica Collao

[5] Freire, Pablo. El grito Manso, Siglo XXI Editores S.A Argentina 2004, págs 27-28

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